Comentario
Los inicios del Formativo están definidos por cambios cualitativos en la economía de subsistencia, que ahora se basa en la agricultura de maíz, calabaza y frijol, junto con otra amplia gama de cultivos regionales, y se complementa por la caza, la pesca y la recolección. Esta nueva base alimenticia es contemporánea a la formación de aldeas y poblados sedentarios ocupados por familias nucleares y extendidas. Estas sociedades del 2.500 al 1.500 a.C. son igualitarias y mantienen unas relaciones sociales basadas en la solidaridad en relación con el control de los recursos. Paralelamente a la agricultura y a la aparición de poblados, surge la alfarería, aunque su uso no se generaliza hasta varias centurias más tarde. La cerámica mesoamericana más antigua se ha detectado en Puerto Marqués en la costa del Pacífico (2.440 a.C.), y fue confeccionada con arcilla y desgrasante de fibra, por lo que se supone que sus antecedentes se encuentran en las cestas de fibra del Arcaico. Otra tradición cerámica muy temprana pertenece a la fase Purrón de Tehuacan (2.300 a 1.500 a.C.), que presenta grandes semejanzas con la extraida en El Caballo Pintado de Izúcar, Puebla. Los antecedentes de esta alfarería del centro de México son los cuencos de piedra utilizados para moler semillas durante el Arcaico. En ambos casos, las formas básicas son grandes jarras sin cuello y base plana, cuencos sencillos, tecomates, y amplios platos planos, constituyendo un ajuar básico que tuvo una amplia distribución. Recientemente Rust y Sharer han datado el yacimiento de San Andrés, cerca de La Venta, entre el 1.750 y el 1.150 a. C., el cual estuvo dedicado a la recolección de moluscos y a la agricultura, según se ha inferido por su ajuar cerámico.
Otra tradición temprana está definida por la fase Barra (1.650 a.C.) del sitio de Altamira, Chiapas, caracterizada por la construcción de pequeños montículos habitacionales y por el cultivo de la mandioca. Tanto su especialización en este tubérculo, como una producción cerámica más sofisticada en cuanto a las técnicas decorativas que la encontrada en Puerto Marqués y Purrón, han hecho pensar a algunos investigadores en la existencia de conexiones con poblaciones tempranas de América del Sur, con quienes estos ajuares guardan cierta relación.
La fase Locona del 1.600 a.C. detectada en El Salvador, pero seguramente también existente en el corredor de la llanura costera del Pacífico de Guatemala y Chiapas y del Istmo de Tehuantepec hasta las regiones costeras de Veracruz y Tabasco, parece significar la primera etapa de uniformidad cultural, al menos para el sur-sureste de Mesoamérica.
De suma importancia es el Horizonte Ocós, tal vez de raíces sudamericanas y de amplia distribución por todas aquellas regiones en las que se instaló la fase Locona. La mayor parte de los asentamientos Ocós son costeros, próximos a estuarios y ríos; de ahí que desarrollaran una subsistencia orientada hacia la pesca y la recolección de moluscos y a la agricultura de las fértiles tierras cercanas a las fuentes de agua. Las cerámicas Ocós, tales como las encontradas en La Victoria y Ocós (Guatemala) y en San Lorenzo (México), son jarras globulares -tecomates-, platos y cuencos planos de paredes abiertas y decorados con estampado de mecedora, diseños dentados e impresiones de concha. Este sistema de vida y esta alfarería más sofisticada que cualquiera de las existentes en otras regiones de Mesoamérica durante esta etapa, han sido claramente identificadas en las costas de América del Sur. El principal elemento a tener en cuenta es que una cerámica tan compleja sólo pudo ser manufacturada por artesanos especializados, manifestando una incipiente jerarquización de la sociedad; la cual se trasluce en la aparición de figurillas emparentadas con cultos a la fertilidad de la tierra que fueron encontradas en algunos suelos de las casas de La Victoria, y que señalan la existencia de especialistas religiosos, tal vez shamanes dedicados a la curación y al ritual a tiempo parcial.
A finales del Formativo Temprano varias zonas de Mesoamérica evolucionan hacia formas de vida más complejas, incluyendo la construcción de montículos públicos y la confección de bienes de status, reflejados por formas no utilitarias de cerámica. Disponemos de evidencias en las fases Ocós de Chiapas (1.500-1.300 a.C.) y Ojochí de San Lorenzo (1.350 a.C.); también existe arquitectura pública en Chalcatzingo, Morelos (1.250 a.C.) y plataformas de adobe en la fase Tlalpan de Cuicuilco, datadas hacia el 1.400 a.C.